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¿El Gran Combo de Puerto Rico o la poesía de Gonzalo O’Neill?

Gonzalo O’Neill

Himno de Puerto Rico

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Por: Miguel Ángel Náter, Ph. D.

Director del Seminario Federico de Onís

Universidad de Puerto Rico

 Un poeta poco conocido, el aguadillano Gonzalo O’Neill y Santana (1867-1943), fue parte de aquellos estudiantes que impulsaron la revista El Palenque de la Juventud, a finales del siglo XIX. Es de él uno de los poemas más logrados durante las tres primeras décadas del siglo XX en Puerto Rico. Se titula «Capricho», incluido en el libro Sonoras bagatelas o sicilianas, publicado en Nueva York en 1924.

Aun cuando el poema fue incluido en la antología Aguinaldo lírico de la poesía puertorriqueña (1957), de Cesáreo Rosa-Nieves, esos versos son famosos ya, no por sí mismos, sino por la adaptación de ellos en la canción con ritmo de salsa, titulada «Mujer boricua», que popularizó El Gran Combo de Puerto Rico en su álbum Aquí no se sienta nadie (1979), en la incomparable voz de Charlie Aponte. (La adaptación se atribuye a Nin, a quien no he podido identificar.) Sin embargo, esa canción es una reescritura de los hermosos versos de Gonzalo O’Neill, en los cuales la esencia de la mujer, deseada en su totalidad libre y decididamente femenina, con todas las posibilidades de ser tal como ella quisiera ser, se cambian por una mujer, aunque hermosa y sensual, sometida a la voluntad del hombre:

 

Quiero el amor de una mujer trigueña,

de esas trigueñas de mi patrio suelo;

que llevan escondidas dentro del alma

raudales de ternuras y de besos,

raudales de ternuras y de besos.

Una mujer que me quiera con locura

que tiemble de placer al darme un beso,

yo quiero una mujer que sea boricua,

quiero una mujer de ojos negros;

yo quiero una mujer de ojos negros.

Que yo la quiero que sea boricua,

boricua que sea de aquí.

La quiero con ojos negros

morena y que sea boricua.

Que se meta a la cocina,

que se meta a la cocina y me haga mondongo

pa’ que usté vea como me pongo.

La quiero con ojos negros,

morena y que sea boricua.

Esa morena, esa morena, esa morena

de mi tierra que nunca engaña,

que son tan dulces como la caña.

¡Qué ricas son!

La quiero con ojos negros,

morena y que sea boricua.

Esa morena me rompe el coco

por eso yo, yo, yo

la quiero con ojos negros,

morena y que sea boricua.

Morena de la tierra que me vio nacer

para darle mi querer.


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Foto Casa Norberto


En el poema de Gonzalo O’Neill, la mujer deseada ?el capricho? sigue una imagen de total libertad y se desea apasionada, impetuosa, aunque frágil, contradictoria, angelical y demoníaca, opuesta a la mujer estadounidense, fría y poco voluptuosa (como opinión el poeta). En la canción de El Gran Combo, por el contrario, se introduce una coda final donde el hombre se convierte en manipulador y la mujer se desea sometida a través de la cocina, lo cual parecería ser un halago.

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Así, el poema de Gonzalo O’Neill rehúye la tradicional imagen de la mujer sometida, que será característica de la salsa de El Gran Combo, como lo ha estudiado certeramente Glorimarie Peña Alicea en la revista InGenios de la Universidad de Puerto Rico, al centrarse en las composiciones de Claudio Ferrer. No obstante, a favor del hombre puertorriqueño, podría observarse que este es, en su mayoría, capaz de meterse a la cocina y preparar el suculento mondongo como lo haría la mujer. Veamos el poema:

Quiero el amor de una mujer trigueña

de esas trigueñas de mi patrio suelo,

que llevan escondidos en los labios

raudales de ternuras y de besos…

Yo quiero una mujer de tez quemada,

yo quiero una mujer con ojos negros,

una mujer angelical y bella

que tenga en la mirada algo de cielo;

una mujer apasionada y loca

con algo en la mirada del infierno,

una mujer mimada y consentida

que sienta a cada instante algún anhelo,

quiera y que no quiera lo que quiere,

que me odie y me ame al mismo tiempo…

Yo quiero una mujer de tez quemada,

yo quiero una mujer con ojos negros,

una mujer que al escuchar mi arpa

por cada acorde me prodigue un beso,

y que en el alma con placer reciba

ese fuego de amor que hay en mis versos.

Una mujer que tenga sus antojos,

 mujer que tenga sus despechos,

una mujer que ría de soberbia,

 mujer que llore de contento…

Yo quiero una mujer de tez quemada,

yo quiero una mujer con ojos negros,

una mujer que sienta lo que dice

y diga lo que siente sin recelos:

una mujer que sueñe con placeres

y que se lance a realizar sus sueños;

una mujer que quiera con locura

y tiemble de placer al dar un beso,

una mujer con alma de querube,

pero que tenga un corazón de fuego…

Yo quiero una mujer de tez quemada,

yo quiero una mujer con ojos negros…

(Sonoras bagatelas o sicilianas,

Nueva York, 1924; pp. 43-44.)

Aunque la crítica lo ha catalogado como poeta romántico, Gonzalo O’Neill muestra en estos versos una evolución hacia el decir sencillo, cercano al habla cotidiana, característico de la poesía postmodernista y que tendrá posteriormente acogida entre las masas, así como en la nueva modalidad poética de la década siguiente. Sus versos, no obstante, seguirán vivos gracias a la magia de El Gran Combo de Puerto Rico.


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