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“Momen”: Aquel viaje, aquel abrazo, aquel guante

Himno de Puerto Rico

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Imagen: “A Son in Reflection” by Dick Pérez (Suministrada – expuesta en Hospital San Jorge)


Por: Robert Leith

Mi pasión siempre fue el béisbol. Jugué pequeñas ligas en el canódromo de Puerta de Tierra y en la base naval de Miramar, gracias al almirante Dan Gallery y a Fernando Zegri, padre. Jugué en la Pony League y en Babe Ruth con el equipo de Sole Electric, Tres Monjitas y clase A con Guaynabo con Junior Cruz como dirigente. Practiqué con los Cardenales de Río Piedras en la doble A con Martin Beltrán en la primera base. 

Representé a Puerto Rico en la Pony y las Futuras Estrellas jugando “shortstop” y en la tercera base estaba mi hermano Mako Oliveras. Yo dormía con el guante debajo de la almohada y les sabía el número de uniforme de muchos de los peloteros de las Grandes Ligas. Mis favoritos eran Willie Mays #24, a quien vi jugar en el Sixto Escobar en 1954 con Santurce, y Roberto Clemente #21 con los Senadores de San Juan en el año 1960. Fue precisamente en 1960, yo con 15 años cumplidos, estudiante de sexto grado en el Colegio San José de Rio Piedras, cuando aconteció una de las experiencias mas memorables e inolvidables en mi joven carrera jugando pelota.

En 1960 mi padre, Bob Leith, compró los derechos y se convirtió en propietario de los Senadores de San Juan. El “manager” era Luman Harris y el “right field” le pertenecía a Roberto “Momen” Clemente, quien se encaminaba a llevar a los Piratas de Pittsburgh a jugar en la Serie Mundial en contra de los Yankees de Nueva York. El mismo año que los mulos de Bronx, contaban con Luis “Tite” Arroyo como taponero.  Una semana antes de comenzar la Serie Mundial, mi padre recibió una llamada telefónica de parte de “Momen” Clemente, quien quería pedirle un favor. Roberto quería que su madre Luisa Walker de Clemente asistiera a la Serie Mundial para verlo jugar por primera vez como un jugador de grandes ligas en una Serie Mundial. Don Melchor, esposo de doña Luisa, estaba muy mayor, por lo que no podría acompañarla en el viaje. El favor consistía en conseguirle a alguien que la acompañara en el vuelo de San Juan a Pittsburgh.

El vuelo salía del antiguo aeropuerto de Isla Grande con una duración de 6 horas. Adivinen, ¿a quién le tocó acompañar a Doña Luisa Walker de Clemente en ese vuelo? Este humilde servidor, con 15 años, la iba a acompañar, y Roberto nos iba a estar esperando cuando el avión aterrizara en Pittsburgh. ¿Qué, Qué? Minutos antes de abordar, Doña Luisa me preguntó mi nombre; le dije “Bobby”. “Otro Bobby más”, me respondió Doña Luisa Walker de Clemente y me apretó la mano. Durante las seis horas del vuelo, no me soltó la mano. 

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Imaginen la emoción y la experiencia cuando la camarera, ya aterrizando el avión nos deja saber que estamos listos para bajar del avión por la escalera del medio y le dice a Doña Luisa: “Ma’am, your son is waiting for you down below”. Bajando con Doña Luisa apretándome la mano, me percato de que viene un policía en motora escoltando un Pontiac Bonneville color oro por el medio de la pista y que se dirige apresuradamente en dirección al avión.  En el momento que pisamos tierra, se abrieron las puertas del Pontiac y del lado del pasajero salió Guayubin Olivo, lanzador dominicano y del lado del conductor, se bajó Roberto Clemente, que, acercándose a su madre, le gritó “¡Vieja!”  El abrazo que se dieron jamás lo voy a olvidar.


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Finalmente Doña Luisa Walker, viuda de Clemente, me soltó la mano. Fui testigo de ese tremendo palote de Clemente. ¡Bravo Momen! La serie mundial del 1960 la ganaron los Piratas con un jonrón de Bill Mazeroski. Clemente bateó 310, bateó de hit en casa uno de los 7 juegos con promedio de 9 hits en 29 turnos al bate. En Puerto Rico a mediados de la serie regular, los Senadores se encaminaban a ganarla y representar a Puerto Rico en la serie del Caribe en Caracas, Venezuela. Tremendo trabuco llevaba los boricuas que se reforzaron con Orlando “Peruchin” Cepeda y Terin Pizarro, quien abrió el primer juego contra Venezuela, nada más y nada menos que con Bob Gibson.

Recuerdo que fue un sábado por la mañana de diciembre de 1960, cuando mi padre me despertó temprano y antes de yo salir a jugar pelota me entregó un guante de pelota nuevo con olor a piel y me dijo: “Bobby, aquí te manda “Momen”, más que agradecido, por tú haber acompañado a Doña Luisa en su viaje a la Serie Mundial”. El guante era un Wilson A2000, un guantón. Lloré de alegría y emoción, y desde ese dia, mi desempeño defensivo mejoró un 100 por ciento. El guante era mágico, las cogía todas y por supuesto, dormía todas las noches conmigo debajo de mi almohada, que olía a aceite de coco. ¡Gracias Momen!


Nota del autor:

“Momen”, aunque no mucha gente lo sabe, era el apodo de Roberto Clemente. En el 1955, el primer año de Clemente con los Piratas, los reporteros de la prensa americana desconocían que Clemente era de Puerto Rico y que no hablaba inglés. Al entrevistarlo Roberto le contestaba “One Moment”, y de ahí es que surgió lo del apodo de “Momen”.

Me gustaría agradecerle a mi padre Bob Leith por haberme escogido para acompañar a Doña Luisa en aquel viaje a Pittsburgh, el cual me hace a mí parte de la gloriosa historia del ídolo deportista más grande que ha tenido el deporte en Puerto Rico. Un honor que acepto con mucho orgullo.


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