Imagen: Marta Romero. Cortesía: Fundación Nacional para la Cultura Popular
Por Andrea Yambot Lugo
El Adoquín Times
Una de las más queridas y recordadas actrices puertorriqueñas, nació el 8 de marzo de 1927 en la ciudad de Ponce. Desde su más tierna edad manifestó inclinaciones artísticas ante la oposición de sus padres que nunca alentaron sus sueños de ser artista. Recitaba, cantaba y bailaba en todas las fiestas escolares y familiares. Su tesón y perseverancia por lograr sus metas la llevaron a tocar puertas donde pensaba que podían ayudarla. Tuvo su primera oportunidad en la radio en programas de aficionados resultando ganadora, de ahí en adelante fue incluida a laborar en el cuadro de radio novelas. Posteriormente logró ser contratada como cantante en la recordada orquesta de Mingo y su Whoopee Kids.
Dotada de una exuberante belleza y un talento innato pudo alcanzar un sitial en el firmamento del arte, al convertirse en una gran estrella. Aunque no poseía estudios formales en actuación, por su interés y disciplina se destacó en la televisión y el teatro. Protagonizó innumerables telenovelas junto a los galanes de moda: Axel Anderson, Ricardo Palmerola, Carlos Alberto Badías, Raúl Dávila y Arturo Correa, entre otros. Al inicio de la televisión puertorriqueña su rostro fue de los primeros en aparecer en pantalla, lo que le dio la oportunidad de ampliar su popularidad. Nunca pensó que su belleza la convertiría en un símbolo sexual, además de gran actriz.
Siempre será la eterna Maruja, mujer sensual y deseada por todos los hombres, en la primera película filmada en Puerto Rico en la década de los cincuenta. Esa interpretación la catapultó a la fama y fue contratada para trabajar en México junto al gran Mario Moreno “Cantinflas” en la película Señor Doctor. Fue tan admirada su participación en este film, que le valió otros contratos junto a actores de gran exposición internacional, Arturo de Córdova, Julio Alemán, Jorge Mistral, Dolores del Río y Elsa Aguirre. Pero lo más que ella ansiaba era dar lustre a su querida Isla, por lo que regresó al país a trabajar en teatro, clubes nocturnos, espectáculos de variedades y animadora de televisión.
Fue, además, defensora de las causas justas de su tierra y se mantuvo muy firme en sus creencias y posturas políticas. Luego de disfrutar los triunfos en su trayectoria artística, decide abandonar el ambiente artístico e inició una nueva vida dedicada a la religión cristiana como misionera. Contrae matrimonio con el doctor Elías Najul Báez y se traslada a residir al pueblo de Isabela. En lo adelante se dedicó totalmente a la predica de su religión. Luego de veinticinco años de feliz matrimonio, su esposo parte a la eternidad y su salud no era la mejor. Fue recluida en un hogar de cuido donde falleció a los 86 años el 31 de mayo de 2013. Le sobreviven sus hijos Rafael José Godreau y Octavio Ruiz, ya que su hija Martita había fallecido.
Uno de sus más fervientes admiradores, el doctor Víctor Federico Torres se dio a la tarea de compartir con el público toda la memorabilia que coleccionaba desde su adolescencia sobre Marta. Ha escrito una hermosa biografía, que emulando las propias palabras de la actriz la tituló “Yo quiero que me olviden”, donde detalla minuciosamente la vida de esta gran artista y mediante su lectura, la recordamos y añoramos cada vez. La huella de su gran talento ha quedado en el corazón de todos sus admiradores, y su historia es una digna de admiración, pues nos enseña que el ser humano al dar lo mejor de sí puede llegar a alcanzar sus sueños. Marta Romero, nunca te olvidaremos.
El libro del doctor Víctor Federico Torres: ‘Yo quiero que me olviden” está disponible en las librerías Norberto González, La Tertulia y a través de Amazon en internet.
Imagen: Marta Romero. Cortesía: Fundación Nacional para la Cultura Popular
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